Majestades. Familias. Niños y niñas. Queridos amigos. Sed todos bienvenidos a la catedral de Madrid, a la casa de Nuestra Señora de la Almudena. Hoy sed todos bienvenidos, porque entre el frío de estos días nosotros ponemos calor, y venimos esta tarde a recibirles a ustedes. Recibirles porque vienen a Madrid y desde aquí se lanzarán a un montón de tareas. Es todo un honor que, antes de las cabalgatas, antes de las noches de preparación y de regalos, quieran venir aquí, a la casa de los cristianos, para lo más valioso de la Navidad. ¿Sabéis lo que es? Lo que más vale de la Navidad es adorar a Jesús que se hace Niño estos días de Navidad.
En este momento Jesús pone la luz de Belén, que es la que cada año les conduce a ustedes aquí, pero es la luz que ilumina a todas las familias que han venido esta tarde a esta catedral, porque es la luz que queremos que ilumine a nuestros corazones. Gracias, papás y mamás, gracias abuelos y abuelas, que os habéis acercado aquí, porque queréis seguir la luz de la Navidad.
Majestades, vuestra llegada nos recuerda a todos que es posible hacer lo mismo que hacen ustedes: encontrar a Cristo. Que la fe no tiene fronteras y que el amor se extiende a todas las naciones, a todas las razas y a todas las culturas, y que eso es irrenunciable en nuestra fe.
Con sus ofrendas nos enseñan que la verdadera grandeza no es tener cosas ni aparentar mucho. La verdadera grandeza está en hacer lo que hacen ustedes cada año: ponerse en marcha, salir de casa, para poder adorar a Jesús y aprender a reconocerlo siguiendo las estrellas.
¿Habéis seguido alguna vez una estrella? Pues estrellas hay, y los Magos de Oriente nos lo dicen. La estrella que les iluminó a ellos es la misma que hoy ilumina nuestras vidas: Cristo, Jesús, la esperanza de los pueblos y el Príncipe de la Paz. Esa estrella hoy, fijaos bien, se refleja en cada uno de vosotros y de vosotras. La misma estrella que les guio a ellos, y están aquí ellos para decirlo, hoy se convierte en cada uno de vosotros. Hoy cada uno sois una estrella que puede guiar a otros, a conducir y llevarlos a Jesús.
Hoy, al recibirles a ustedes, Majestades, recordamos que todos somos también peregrinos en busca de la luz, una luz que da sentido a nuestras vidas. Al igual que ustedes, estamos también llamados a hoy ofrecer algo. No sé si lo habéis ofrecido de verdad. Pero hoy os invito a que no salgamos de la catedral, ya que somos una estrella, que no salgamos de la catedral sin hacer una ofrenda al Niño: nuestros talentos, nuestras alegrías, también las cosas que nos salen mal, pero ofrecérselas a Jesús.
Queridos niños y niñas. El mensaje de esta tarde es para cada uno de vosotros. Hoy los Magos de Oriente han venido a adorar a Jesús. Pero han venido también por vosotros, no lo olvidéis. Vienen aquí por vosotros. Ellos han hecho un largo viaje para recordarnos que Dios está cerca, y podemos encontrarle y rezarle; que siempre nos cuida y que Jesús nos ama muchísimo. Los Reyes Magos quieren deciros que lo más importante no es lo que tengamos, sino lo que llevamos en el corazón: el amor, la bondad y el deseo de ayudar a los demás.
¿Sabíais que podéis hacer también vosotros como los Reyes Magos? ¿Sabéis que, al igual que una estrella, vosotros también podéis ser Reyes Magos? Sí, porque cuando compartís un juguete, cuando ayudáis en casa, cuando ayudáis a otros, cuando miráis a Jesús, sois un poco como los Reyes Magos. Ellos nos dicen que cada uno de vosotros sois el regalo más importante que tenéis, que lo ha dejado Jesús en vosotros.
¿Sabéis que tenéis un regalo aquí dentro? Tenéis que escuchar el regalo que Jesús os ha dejado dentro, porque es el mejor regalo que hay. Por eso, hoy los Magos de Oriente nos dan un mensaje: seguid siempre a Jesús. No lo olvidéis. Porque Él es el que nos hace felices, valientes y con los corazones llenos de alegría.
Y nos piden una cosa: ya que tenéis un regalo y sois estrellas, no olvidéis a los amigos de Jesús. Ya sé que a veces os cuesta ir a Misa, ¿verdad? Ya sé que a veces os cuesta rezar, ¿verdad? Ya sé que a veces os cuesta ir a catequesis. Pero cuidando esas cosas, podemos hacer lo que los Magos: llegar a Jesús y vivir la alegría fundamental. Nunca os canséis. Nunca os canséis de estar con los amigos de Jesús, con los cristianos: en Misa, en catequesis, rezando en casa. No os canséis.
Queridos Magos. Gracias por recordarnos que la vida cristiana es un continuo viaje para buscar a Dios. Gracias por mostrarnos que, como la estrella que os guio, nosotros también estamos llamados a ser luz para el mundo, especialmente para tanta gente que sufre. Pidamos hoy que, a todos los que hemos venido y a todos nuestros amigos, el Señor nos dé corazones abiertos como el de María; una fe sencilla, como la de san José, y su valentía. Sí, su valentía que nos ayuda a entender la fe.
Que sus pasos, Majestades, hacia el pesebre, renueven hoy para nosotros el deseo de acercarnos, juntos, más a Jesús. Aquí tienen el agradecimiento de los corazones sencillos, y también el de los mayores. Gracias por venir. Gracias por adorar a Jesús.
Y, sobre todo, no lo olvidéis, el mejor regalo, el mejor regalo, sois cada uno de vosotros. Sois el regalo que Jesús hace para todos. Gracias Majestades por este año más venir a esta catedral y gracias por enseñar todo lo que hacen ustedes a estos niños y niñas.