Venimos esta tarde a esta catedral, en un tiempo muy especial porque estamos preparando la Navidad, y cada uno podría preparar la Navidad en su colegio, en su casa o en su grupo. Pero ahora tenemos una oportunidad nueva y es no prepararla nosotros solos, sino prepararla juntos. Fijaos lo que habéis hecho: habéis salido de vuestros grupos, en un día de vacaciones, salís y decís de irse a juntar con los demás grupos para aprender y ver cómo viene la Navidad. Vosotros lo hacéis muy bien, porque todos los años tenéis un gesto que nos ayuda a todos los creyentes: traéis la luz que viene de Belén, el lugar donde nace Jesús, para iluminar a nuestros grupos, a nuestra Iglesia y a nuestras familias.
¿Sabéis que Belén, la tierra de Jesús, no está en paz? ¿Sabéis que en muchos sitios en la tierra familias como las nuestras y niños y jóvenes están padeciendo algo horrible? No pueden salir a la calle, cuando tienen la mayoría de edad tienen que ir a la guerra y por las noches no pueden dormir porque le puede caer una bomba. Así está Belén ahora mismo.
Pero de allí, incluso en los momentos de más dificultad, viene una luz que nos dice que incluso en los sitios peores podemos ver la luz de Dios. Y fijaos que aquí no tenemos guerra y nos viene una luz de un sitio de guerra. ¿Eso cómo puede ser? ¿Cómo nos viene una luz de un sitio que está en guerra?
Jesús nació allí y nos recuerda que, aunque haya guerras y que, aunque nos llevemos mal y aunque las cosas no nos salgan bien, Jesús sigue naciendo. La Luz de Belén, que siempre estará con nosotros, por muchas guerras que haya, nos dice que Jesús siempre nace. Jesús siempre nos recuerda que nos va a dejar su Luz y nos dice: “Quiero encender esa misma luz en ti”. A lo mejor estás muy ocupado, estás de vacaciones o estamos pensando en qué nos traen los Reyes. A pesar de eso, Jesús nos dice que quiere que recibas la luz. ¿Queremos que Jesús nos deje su luz?
El que Jesús nos deje su luz nos hace responsables. No es una vela y ya está. Es convertirte en amigo de luz y luz para otros. La luz de Belén cuando llega es una llama que se prende en nuestro corazón y tiene una segunda consecuencia: la luz de Jesús nos hace comunidad, grupo e Iglesia. Y es para darla a tu familia, a tu grupo, a tu parroquia y a todos los amigos que necesitan luz.
Tenemos una misión muy especial: ser portadores de la Luz de Jesús. No solo la que viene aquí, sino la que está en tu corazón.
La luz de Belén no es una luz que ilumina solamente nuestras casas o iglesias, sino una llama que parte de nuestros corazones y tiene un poder enorme y es que es capaz de poner paz en el mundo. Pero necesita de gente como vosotros que digáis sí. El amor, como la luz, cuanto más se comparte, más ilumina, más crece y más fuerza tiene. Si recibís la luz en el corazón es para que quitemos las tinieblas que hay alrededor y que nos hacen ver a los otros como personas, hermanos y hermanas.
Madrid, nuestro Madrid, necesita muchísimos mensajeros de paz. Vuestros barrios y familias necesitan luz, la luz de la paz. Vivimos en un tiempo en el que la gente se chilla mucho, nos insultamos demasiado rápido y nos cabremos muy pronto. Incluso los más mayores nos parecen que rápidamente se pone cada uno discutiendo y vosotros los más jóvenes también lo veis.
Vivimos en un mundo que está muy enfrentado, pero hoy tenemos una oportunidad y os lo pido a cada uno de vosotros: recibid la llama en el corazón del amor de Jesús, recibid la Navidad e inmediatamente dejad que, igual que una vela, la luz de Jesús ilumine a la gente que tenemos a nuestro alrededor. Jesús es la luz del mundo y nos enseña que la verdadera paz se construye a través nuestro, de la justicia, del perdón y a través del querernos y del amor al prójimo.
La luz de Belén también es un compromiso: aquel que se entere por dónde está la luz de Dios inmediatamente tiene un poder, el del amor. El poder que cambia los corazones. El poder de ir a aquellos que más nos necesiten, de ir a Belén. Muchos de vosotros tenéis un portal de Belén en casa, pero os aseguro que hay otros portales de Belén aquí y a nuestro alrededor. Belén fue el sitio donde Jesús tuvo que nacer allí porque no había otros sitios en otros lugares y el primer belén no era muy bonito, pero fue donde vino Jesús.
Todos tenemos algún sitio como el portal de Belén: aquel recibe la luz se convierte en testigo que sabe por dónde nace Jesús. Os lo pido por favor: esta Navidad no dejéis de abrir los ojos para ver por dónde nace Jesús y dónde están ahora los portales de Belén. Pedirle a Jesús que venga dónde lo necesitamos porque vosotros tenéis la luz. Todos nosotros somos luz, pero solamente si decís que Jesús enciende la luz en vosotros. Las velas si no acercamos una cerilla no se iluminan, una bombilla si no tiene corriente eléctrica no enciende. Nosotros somos luz porque Jesús es la corriente que nos hace iluminar, es la cerilla que nos ilumina.
Silenciosamente, cuando metes una vela en una habitación oscura todo se ve y nos vemos unos a otros. Cuando uno coge la luz de Belén se transforma en cambio porque nos vemos las caras y nos vemos como personas y porque construimos paz.
Fijaos, en el primer portal de Belén estaba María, José, el buey y la mula, los pastores y pocos más. Hoy aquí hay más gente que en el portal de Belén. ¿Pues si el portal de Belén cambió la historia de la humanidad, vosotros creéis que todos nosotros no vamos a cambiar la historia de la humanidad y la de Madrid? Tenemos una luz que cambiará el mundo.
Quiero daros las gracias, especialmente a los más grandes, por vuestro servicio por ser testigos de la luz. Por todos los responsables de vuestros grupos porque, aunque a veces os canséis, estáis siendo testigos de la luz. Y gracias también a cada uno de vosotros y vosotras porque hoy Jesús enciende una luz. Descubrid dónde nace Jesús y dejad que su luz nos ilumine. Vamos a acoger la luz de Belén que este año se hace nueva entre nosotros y que seguro va a cambiar la historia de Madrid y la de nuestras familias y grupos.