Dicen que una vez, en un valle enorme, franqueado por dos montañas una en frente de la otra, un niño con su padre descubrió lo que era el eco y lo descubrió gritando y agarrado de la mano del padre. La primera vez que el niño grita, lanza su voz y ve como rebota y como le vuelve muchas más veces. El niño primero dijo una palabra, luego otra, luego dijo “papá” y luego ya, cuando fue tomando confianza, dijo una palabrota y lógicamente le volvió ampliada y repetida. El padre, como buen padre, aprovechó aquella circunstancia y le explicó a su hijo: “Ves, así pasa en la vida. La vida, como este eco, nos responde según el mensaje que nosotros enviamos. Si a la vida nosotros le enviamos una palabra amable, la amabilidad, tarde o temprano, es la respuesta. Si lanzamos un grito compasivo, tarde o temprano, recibes compasión. Pero si lanzamos también un grito agresivo o violento, recibiremos la misma respuesta antipática, y además amplificada y muchas veces”.
Hoy, en este Adviento, en este tiempo ya de preparación a la Navidad, a las vacaciones, escuchamos a un Juan Bautista que lanza su voz. No era su voz, sino que era el eco de otros profetas que había habido antes y como eco de esa voz dice: “Alegraos, el Señor ya viene”. Nos lo está diciendo todos estos días. Y lanza esta voz en un valle, como nuestro mundo, a veces sordo.Nos encuentra un poco sordos, sin esperanza, aburridos o saturados.
En un mundo complicado, porque, aunque no nos acordemos, hay problemas, guerras y situaciones dramáticas, Dios desea algo diferente y apuesta todo para que vivamos de otra manera. Por eso, es el mismo Dios que lanza su voz, como ese niño en aquella montaña o como ese Juan Bautista, lanza su voz, y va buscando gente que sea eco de su voz. Gente que delante de este mundo sea capaz de ser voz de la voz de Dios y que aprendamos a decir lo mismo que Juan Bautista: “Dios está aquí, está cerca y está llegando”.
Pero no simplemente para repetir como papagayos, sino porque nosotros somos testigos y vamos aprendiendo por dónde va llegando Jesús.
Hoy escuchamos una pregunta, que cuando somos voceros de esa voz mucha gente nos hace y que hoy le podemos hacer a Jesús: “Si Dios está con nosotros, ¿qué tenemos que hacer?”.
A veces pensamos que la Navidad, o la presencia de Dios, solo se cuaja en nuestro corazón, hoy el Bautista nos dice que la Navidad no solo llegan en el interior de las personas, sino también a nuestro alrededor y nos lo hace transformar. ¿Qué debemos hacer? María hizo esa pregunta cuando el ángel le anunció. ¿Qué tenemos que hacer para darnos cuenta de la Navidad? ¿Qué tenemos que hacer para ser voceros de la voz de Dios?
Lo que os invito a reflexionar en oración esta noche es la necesidad de conversión. Lo que Juan plantea es que para darnos cuenta de que llega la Navidad, para ser voz de la voz de Dios, lo primero que hace falta es convertirse. Es necesario cambio de dirección y tomar el camino de la justicia, la solidaridad, la sobriedad como la forma fundamental para vivir. Convertíos, cambiad. Si no pasamos por ahí, este año no nos vamos a enterar de la Navidad.
Convertirse es prestar oído a un Jesús que va naciendo y nos dice dónde está. Convertirse es no imitar al niño que lanzó una palabrota y recibió muchas más de vuelta. No aliarse a esas voces que están corroyendo la esperanza de nuestra gente. Es convertirse para no escuchar toda la gente que nos está diciendo que no hagamos nada, que nos quedemos dónde estamos o nos dice que no valemos para nada.
Existen muchas voces y ecos de desesperación, pero son falsos, no tienen razón. Dios tiene otra voz y es la que nos pide que convirtamos. Dios quiere transformar esto, y lo hará esta Navidad. Dios va necesitando gente que lance su voz y que diga que es posible cambiar las cosas. Y lo va a cambiar desde abajo, como lo hizo la primera Navidad, desde un José y María que en un establo perdido del mundo son capaces de creer que lo que Dios dice se va a cumplir. ¿Qué tenemos que hacer para darnos cuenta de eso?
Hoy, a la luz del Evangelio, os propongo reflexionar en oración sobre las tres claves que Juan nos da. Son las claves para que llegue la Navidad y para que efectivamente seamos capaces de ser voceros de la voz de Dios.
Primero: comparte tu túnica.La túnica simboliza aquello que nos protege y, a veces, lo que usamos para aparentar ser algo que no somos. Hoy Juan nos propone que comportamos lo que nos protege y que lo hagamos con otros. Que compartamos aquello que llevamos con nosotros cada día. A lo mejor no es mucho, sino lo que llevas encima, todos los días: el móvil, tu tiempo, tu reloj, tu amabilidad. Comparte lo que tienes. No te olvides, compártelo.
Lo segundo: no exigir. A veces vivimos desde lo que nos deben. Vivimos con aquello que “yo te doy y tú me das”. No exijas, regálalo. Regala tu tiempo, estas Navidades que nos hacemos muchos regalos quizás puede ser un buen momento para regalarnos nosotros. Y no esperes, no exijas. Dios nos regala sin pedir nada a cambio. Aprendamos a ver la vida como un regalo y Dios es un don que recibimos.
La tercera cosa: no aprovecharse de la gente. ¿No os parece que muchas veces perdemos muchas fuerzas en pensar lo qué tenemos que hacer? Y vivimos tan pendientes de lo 'que hay hacer'. Perdemos de vista el '¿qué tengo hoy?'. Aprendamos a contentarnos y a valorar lo que ya poseemos. Eso no es resignación, pero significa no poner la vida en tener más. La Navidad llega desde la gente que como vosotros aprendéis a ver que Dios viene por sitios insospechados y que Dios cuenta con nosotros, no con lo que seremos, sino con lo que somos ahora, incluso con nuestras heridas y con nuestros dolores.
Queridos amigos llega la Navidad y nuestro mundo necesita esta voz, la voz de Dios. Nuestro mundo necesita una voz para que como el eco llegue a vuestras parroquias, a vuestras familias, entre los grupos de amigos. Que llegue la voz de Dios. Pero para eso alguien tiene que hablar en nombre de Dios y lanzar esa voz y esta vez sois vosotros, cada uno de vosotros. Por eso os invito a rezar estos días especialmente para pensar y pedir al Señor que nos enseñe a verle, por dónde viene. Que aprendamos y le preguntemos: “Señor, dime cómo te puedo ver”. Preguntárselo y escuchar.
Y os propongo que estos días, para compartir, para no extorsionar, para no exigir, que le hagáis un regalo a Jesús. No luego en belén, el regalo de Adviento. Que esta noche cada uno de vosotros se comprometa con un propósito de conversión o una oración especial. Hoy no os vayáis de aquí sin hacer un regalo a este Jesús que nos invita a ser su voz. ¿Qué tenemos que hacer? Hacerle un regalo.
Que seamos buena voz de la voz de Dios y que como aquel niño que lanzó palabras bonitas y las recibió, también nosotros podamos lanzar a la vida la palabra de Dios a través de nuestras gargantas para que nuestro mundo se llene de su eco.