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Sábado, 05 octubre 2024 23:05

Homilía del cardenal José Cobo en la Eucaristía del Madrid Live Meeting 2024 (05-10-2024)

Esto lo ha unido Dios: lo que Dios ha unido queremos que no lo separemos nosotros. Jesús siempre apuesta por lo más, sin restricciones, por el amor. Gracias a todos los que habéis venido hoy. Especialmente quiero daros las gracias a aquellos que estáis aquí y que menos ganas teníais de venir, aquellos que os habéis dejado llevar por otros. Gracias a los que os han invitado. Gracias a todos los grupos, comunidades, consagrados y consagradas que estáis aquí, a los sacerdotes, vicarios, diáconos que nos acompañan. Esto lo ha unido Dios.

En un mundo donde la gente anda triste y desesperanzada, pocos se atreven a mirar a la esperanza y ese es el desafío de nuestra Iglesia. Por eso el Papa, en este año en el que celebramos un hito especial, un Jubileo, un año donde celebramos la encarnación de Jesucristo y recordamos lo importante que es para nosotros, se nos invita a caminar y a peregrinar en la esperanza.

Necesitamos lo primero, para enterarnos de este año y para ponernos adelante, escuchar al Espíritu de Dios que ya está caminando entre nosotros y está haciendo maravillas como esta noche y empuja unos a animarse a otros. Ese Espíritu que camina con nosotros en medio de un mundo muy relativista, pesimista, con muchas guerras detrás, muy enfrentado, con muchas ofensas de unos a otros, pero aquí se nos encarga dar al mundo una buena noticia: la esperanza está aquí.

Si celebramos la esperanza lo primero es tener conciencia y agradecer que no es que esperemos nosotros a Dios, sino que Dios nos espera a nosotros. En eso consiste la esperanza. En tener un año para darnos cuenta de que Dios espera de nosotros y cómo podemos abrirnos a esa esperanza y darnos cuenta de que Dios se fía de nosotros. La esperanza es que Jesús ha resucitado y ha pasado por lo mismo que hemos pasado cada uno de nosotros. No es una idea o un subidón de un momento, no es un sentimiento para andar bien y que otros anden mal. La esperanza es que Jesús nos abra los ojos y nos transforme en discípulos, amigos suyos, para hacernos felices y para incorporarnos a su proyecto que es la fuente de la felicidad plena. Este es el proyecto de Jesús y esto es lo que quiere, no solo para hoy, sino para llevarnos mucho más allá, hasta la vida eterna.

Para entrar y caminar en la esperanza queremos, en primer lugar, sentir que necesitamos a Dios. ¿Lo habéis pensado alguna vez? Si no la esperanza no entra; tenemos sed de Dios, necesitamos a Dios. A veces tenemos muchos vacíos, muchos pensamientos, muchas heridas, ¿por qué no se las presentamos a Dios? Esa es la primera fuente de esperanza y por allí empieza.

Lo segundo que necesitamos es afrontar las noches. No esta que es muy bonita, no esta que está llena de luces y de amigos, sino las otras noches. No tengáis miedo a la noche, antesala de la esperanza. No hay que ocultarlas ni evadirlas ni callarlas. Recuerda que Jesús nos regala la cena de noche, llora en el Getsemaní de noche, muere en la noche y en la oscuridad. Recuerda que siempre al alba llega la resurrección.

La noche para Jesús es lugar de prueba, pero en ella siente que Dios está con él y eso es lo que te quiere decir a ti: en cada noche Él está allí. Esta noche se puede perecer, puede ser un momento terrible, o puede hacernos crecer la esperanza de que Dios está ahí. La esperanza no está en la escapada ni en la impaciencia, es dejar que Dios nos acompañe en las noches. No tengáis miedo a las noches, son parte de nuestra peregrinación de la esperanza. Jesús las atraviesa y nosotros también.

Pero para entender la esperanza, si hay que tener sed o ser valientes y atravesar las noches, la esperanza hay que acogerla como un regalo. La esperanza la regala Jesús y os la quiere regalar, pero hay que pedirla y acogerla. Esperanza no es ser optimista, sino que va más allá.

Es la de los padres que acogen a un hijo en el matrimonio y ven en Dios su fuerza, aun sin ver nada en el futuro, sin más pruebas que el amor y la fe. Esperanza es la de los novios que se lanzan a confiar en uno y en el otro para toda la vida sin más horizonte que el amor y la fe. La esperanza es la aventura del seminarista o de la consagrada que se lanza a cambiar de vida sin más ruta que el amor, el calor de los amigos y la fe. La esperanza es la de aquel que se fía de un amigo o una amiga y le confía su vida y el corazón sin más recompensa ni seguridad que el amor y la fe. La esperanza es la fe de alguien que viene a esta vigilia y se fía de lo que dice Dios y le abra el corazón sin más recompensa que el amor y la fe. La esperanza es la de María, que es la primera que nos lo enseña, que cree que lo que ha dicho Dios se va a cumplir, aunque no lo ve. Solo ve a un niño y un crucificado.

Pero María sabe ver algo que nos invita a ver a nosotros. Sabe ver que ahí está la semilla de lo que Dios está haciendo y es lo que nos invita a nosotros como peregrinos de la esperanza, a descubrir dónde están las semillas por donde Dios va creciendo. Aun cuando no hay razones o pruebas, la esperanza siempre crece, aunque a veces no se ve. La esperanza existe porque merece la pena vivir así, merece la pena saber que vamos a otra orilla y que no se acaba todo en dos días.

San Agustín decía: «De que sirve vivir bien, si no se da vivir para siempre». Nosotros sabemos que viviremos para siempre y sabemos que Dios nos creó para la vida y nunca para la muerte. Que Jesús vino a darnos una vida mucho más grande y mucho más honda, aunque a veces nos enredamos con el día a día.

Nosotros miramos hoy a la resurrección que es la que da sentido a cada paso y nos dice dónde están las cosas importantes. Os invito esta noche a dar un salto a la esperanza. Coged las semillas que haya y creed que lo que ha dicho Dios se cumple. Os lo prometo. Lo que ha dicho Dios se va cumpliendo. La Palabra de Dios, los amigos, la Iglesia, los sacramentos os van diciendo cómo enfocar la esperanza.

Por eso, queridos peregrinos de la esperanza, permitidme que termine pidiendo tres cosas al calor de este encuentro. Lo primero que os pido, como peregrinos de la esperanza, quizás para renovarla es que este año subrayemos la importancia de nuestra vocación. Atrévete a preguntar qué intención tiene Dios sobre ti porque es la intención de la felicidad. Háblalo en tu grupo, con los tuyos, ¿qué espera Dios de ti? Es la mayor felicidad que vas a conseguir. Será amplia y fecunda, no lo dejéis este año.

Lo segundo que os pido es que en todo este camino nos ayudéis a la Iglesia a ser sinodal. ¿Qué significa esto? Que podamos caminar juntos. Madrid es muy grande y a veces nos encerramos en nuestros grupos, en nuestras parroquias, en los que piensan como nosotros. La esperanza y los peregrinos de la esperanza nos dicen que necesitamos puentes y que necesitamos de vosotros para que nos enseñéis, como esta noche, a caminar juntos. Tomad la iniciativa sinodal, enseñadnos, id por delante. No os cortéis. Id por delante. El camino sinodal en el que está la Iglesia también depende de vosotros y nunca será sin vosotros.

Y, en tercer lugar, lo que os pido en esta peregrinación de la esperanza es que celebréis lo importante que es ser cristiano. No os dé vergüenza. Celebrad. Estad orgullosos de ser cristiano. Estad orgullosos de que Dios ha depositado en ti la esperanza Dios se fía de ti y se fía de todos nosotros. Por eso no dejéis de buscar signos de esperanza que están a nuestro lado. Hay mucha gente, matrimonios que nos están diciendo que el Evangelio merece la pena en el amor, gente entregada que apuesta por la vida en todas sus dimensiones, gente que está buscando alianzas sociales y ante este mundo que se pega está intentando rezar por la paz.

Hay signos de esperanza porque hay gente que está luchando para que la paz y la justicia reine en este mundo y necesitamos que vosotros los detectéis y que seáis de esa gente. No os repleguéis. Contamos con vosotros para ser peregrinos de la esperanza este año y para apostar por la mayor, que es el amor de Dios que se nos entrega y de un Dios que hoy nos dice: «Me fío de vosotros, os estoy esperando, venid a mí». Juntos, con esta eucaristía, nos ponemos en camino.