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Lunes, 13 enero 2025 10:49

Homilía del cardenal José Cobo en la solemnidad del Bautismo del Señor (12-01-25)

Homilía del cardenal José Cobo en la solemnidad del Bautismo del Señor (12-01-25)

Estas Navidades hemos tenido la posibilidad de entender lo que sabe a pequeñez, de reconocer la humanidad de un Dios que no es poderoso, sino que se hace pequeño. Terminamos la Navidad con el eco de aprender a mirar el valor de un Dios que se hace niño y que se deja cuidar. Qué mejor día hoy que recordar, en la pequeña Isabella del Carmen, la vida de cada uno de nosotros y la de tantos niños que desde ahí nos recuerdan la presencia de Dios y el valor de la vida y lo precioso que es, reconocer a Dios, en cada una de nuestras vidas. Ahora ya vamos rápido a recoger el Belén y a meterlo en una caja hasta el año que viene, recogemos las luces y nos disponemos a entrar en lo ordinario.

Pero, antes que nada, la Iglesia nos coloca también una posibilidad: podemos meter a Jesús en una caja y guardarlo para el año que viene o podemos bañarnos en la corriente de Jesús y entrar en Él. Hoy es una nueva fiesta donde Dios nos dice que quiere renovarnos una vez más y hoy podemos renovar nuestra forma de ser hijos y renovar nuestro propio bautismo.

La Navidad es el momento y la celebración donde ahondamos como Dios acoge nuestra humanidad y se presenta luz para caminar. Hoy damos un paso más, la consecución de la Navidad. Celebramos que Dios interviene, que no solo aparece, sino que nos propone a todos nosotros un nuevo camino. Y no es un camino ideal, porque para eso une el cielo y la tierra.

Hoy es el día donde celebramos que cielo y tierra se unen. Esa capacidad de unir cielo y tierra solo la tiene Jesús. Por eso, hoy es el día también donde se abren todos los sacramentos porque son el momento también donde se une el cielo y la tierra. Jesús hoy inaugura los sacramentos y hace que los renovemos. Acoge lo que pasa en la tierra y por medio de Él podemos escuchar la voz de Dios que nos da una misión: ser hijos en Él. Desde ahí es donde Jesús salva al mundo entero.

Hoy celebramos que los cielos están abiertos. No quedan como una barrera infranqueable. El cielo queda abierto sobre la realidad de la Tierra y el Espíritu Santo, como hemos visto en el Evangelio, se posa como una paloma porque ya ha encontrado nido. El poder de Dios ya ha encontrado su casa. Ya lo está desde la creación del mundo, pero Jesús nos dice que ya ha encontrado su morada plena y definitiva.

Por eso, desde aquel momento y desde aquel bautismo, comienza una forma nueva de ver la historia. Dios acoge nuestras vidas y en cada una de ellas une el cielo y la tierra. Dios acoge hoy la vida de Isabella y en su vida, al celebrar el bautismo, se une el cielo y la tierra. Por eso, Jesús se mete en el agua y allí es donde se une. Es como si la humanidad fuese el río y Él entra en esa corriente humanitaria, a veces sucia y pecaminosa, pero Él entra para purificarla y darle la esperanza fundamental. Tenemos futuro y se llama Jesús. Por eso, el cielo se acerca al río y Dios pasa por la historia en general y en cada una de nuestras historias.

En este momento podemos ver, y os invito a hacerlo, a Jesús como el elegido de Dios. No lo hace con efectos especiales, como también hoy no va a haber efectos especiales en este bautismo. Hay que saber verlo y aprender a mirarlo como aquel primer bautismo. Dios pasa por la vida de Jesús, una vez que Jesús entra en nuestro río para purificarlo, y le da una misión: la de ser hijo. Es la misión que tenemos todos: a todos nos gusta ser padres, pero ser hijo, estar en brazos como está Isabella ahora mismo, dejarse cuidar, nos gusta menos.

Sin embargo, Jesús recibe la misión de ser hijo y en Él todos recibimos la misión. Es la misión de la que por el bautismo nos bañamos. Este es el sentido de lo que celebramos hoy: renovamos que entramos en la vida de Jesús, se une el cielo y la tierra en la vida de Isabella y empieza una nueva etapa para cada uno de nosotros. Este año no es igual que el del año pasado, empieza una nueva etapa, igual que empezó una nueva etapa para Jesús que cuenta, a partir de ahora, con el respaldo de Dios. Ya no piensa por sí mismo, sino siendo Hijo todo lo hace por obediencia al Padre y desde entonces cada uno de nosotros, cada vez que renovamos el bautismo y celebramos uno, tenemos la posibilidad de bañarnos de nuevo en este río en el que se une el cielo y la tierra.

Por eso hoy, Dios nos invita a entrar en esta agua de nuevo que tiene una dirección. Entrar en esta agua que queda purificada por Jesús. Hoy entrar y renovar el bautismo es decir que queremos estar unidos a Dios, hasta lo más hondo de nuestra vida, porque aún hay zonas de nuestra vida que no están bautizadas y hay zonas donde no ha entrado esa agua.

Por eso, si entramos en esa misma agua y en esa docilidad, hoy el bautismo es una semilla que crece en nosotros y que vamos a entregar a Isabella y eso tiene unas consecuencias. La primera, el bañarse en esta agua, es saber que Dios no está lejos de nosotros, sino que está en nosotros. El cielo no está allí arriba y ya está, el cielo y la tierra se unen en nosotros. Tú eres hijo de Dios y el agua de Dios está en ti.

Por tu bautismo tienes una vocación especial que viene del mismo Dios. Dios no está lejos de nosotros, date cuenta del milagro que por tu bautismo el cielo y la tierra están en tu corazón. Esa es la mayor maravilla que tenemos los creyentes, aprended a verlo cada vez más.

El segundo que nos dice es que para ser cristianos es una acción de Dios conmigo. El agua nos purifica, no somos nosotros el agua. Fijaos bien, el unir el cielo y la tierra es dejar a Dios actuar en nosotros. Dios es quien nos bautiza y actúa en nosotros. No pensemos simplemente que nosotros somos los que dirigimos la nave. Date cuenta de que en tu vida Dios nos ha ido llevando. Lo único que podemos hacer es oír su voz y dejarnos llevar por Él.

Y si Dios está con nosotros y actúa en nosotros, el tercer elemento es que este camino no se hace solos. Hoy Isabella entra a formar parte de la Iglesia y este río es comunitario. Por lo tanto, hermanos, si somos bautizados y si Dios está con nosotros y actúa en nosotros y nos da una familia, este río tiene una dirección que es la resurrección. Bañarse aquí para entrar en una vida donde nuestros nombres están inscritos en el corazón de Dios.

Queridos amigos, hoy el cielo vuelve a abrirse. Abrid los ojos bien, como se abrió el día de nuestro bautismo. Si alguno no recuerda el día de su bautismo hoy es buen momento para investigar porque fue un día tan importante como que se unió el cielo y la tierra. Es un buen día para meterlo en el calendario del móvil. Hoy el cielo vuelve a abrirse, se abre sobre Isabella y hoy podemos escuchar todos la voz de Dios que nos dice: “Tú eres mi Hijo, mi Hijo amado”. Esa es la voz de Dios, ese es el canto de Dios en nosotros.

Que el bautismo de hoy sea un espejo, una inspiración y una promesa. Que Isabella, que comienza su camino de fe, sea un recordatorio de que con Dios siempre es posible empezar de nuevo, cada vez que se une el cielo y la tierra.