El misionero Josep M. Juanpere, de la congregación Hijos de la Sagrada Familia, escribe desde su misión en Camerún, a la delegación de misiones de Tarragona, acercando la realidad de la gente con la que vive y comparte su día a día, como él dice, su «aventura». Además, con motivo de la celebración del DOMUND, este misionero nacido en Reus manifiesta que la misión es vivir el mensaje de Jesús allá dónde se encuentre cada uno, «puede ser que sea más de valientes hacerlo en nuestro país, en la vieja Europa, que en estas tierras de Camerún».
«Uno piensa, normalmente, que lo que haces cada día, que lo que te han pedido que hagas es lo mejor que puedes hacer. Y en lo hondo de tu ser no hay ninguna intención de cambiar. Era un día como los demás. Teníamos la visita de nuestro Padre General en nuestra comunidad, y en el diálogo que entablamos expone la idea de realizar una nueva fundación de la Congregación, Hijos de la Sagrada Familia (Manyanet), en Camerún. Mi sorpresa fue que me invitaba a participar de esa fundación. Si hecho una mirada retrospectiva a mi vocación, nunca había ni pensado ni imaginado en ir a países llamados de misión, siempre había creído que mi misión estaba en Cataluña, donde, por añadido, es ya de por sí difícil poder presentar a Jesús y su mensaje.
Como he dicho anteriormente todo comenzó con una proposición, seguido por la maduración de la misma y al final la toma de decisión de visitar el lugar, para poder estudiar la viabilidad de la fundación. Es en este viaje, creo, que empiezan a presentarse en mi la ilusión misionera, la ilusión de poder dar lo mejor de mí en su sitio dónde, seguramente, hacía más falta que dónde estaba anteriormente. Con el tiempo he descubierto que he recibido mucho más de lo que yo podré jamás dar. Uno piensa que puede ayudar a transformar el mundo, que lo sabe todo, pero aprendes que en todos los lugares hay nuevas y buenas cosas para interiorizar, para aprender, y también que podemos aportar.
Nuestra aventura empieza en Yaundé, capital de Camerún, el 29 de diciembre de 2015. Por primera vez la Congregación decidió abrir una fundación en tierras africanas. El choque cultural es importante. La lengua, las costumbres, la forma de hacerlo todo, el tipo de sociedad y de familia, todo es diferente. Es necesario un tiempo de adaptación. Un tiempo de encarnación en la realidad del país. Como que nuestro carisma se centra en evangelizar mediante la enseñanza y formación de los niños y jóvenes, en un diálogo con el Obispo de Yaundé nos propone de empezar a trabajar, a participar en la pastoral de un colegio de secundaria. El primer día, descubrimos que ‘solamente’ hay 3.000 alumnos. Chicos y chicas acostumbrados a un quehacer diferente al nuestro. Pero, como en todas partes, chicos y chicas que, si das lo mejor de ti mismo, si haces que se sientan escuchados y que estás por ellos, te ayudan, te entienden y se hacen querer. Aquí, el respeto al religioso, al sacerdote, es muy grande, y hasta puedes caer en la tentación de sentirte muy importante, pero es desde la sencillez como puedes ganarte todos los corazones. Otro mundo es con los adultos. En un primer momento tú vas con tus ideas preconcebidas y caes en la tentación de decir: nosotros los hacíamos de esta manera o de la otra. Naturalmente, es recibido como: otro que quiere imponernos aquello que tenemos que hacer, que no nos entiende ni quiere hacerlo. Finalmente llegas a la conclusión que es mejor callarse en muchos momentos y empezar a actuar, ya que es de esta manera cómo podemos llegar más fácilmente a las personas, se llega más por lo que haces que por lo que dices. Con el tiempo la lengua no es una dificultad. Con el tiempo empiezas a integrar la forma de hacer las cosas. Con el tiempo se redescubre la llama primera que, un día, hizo que empezara una historia de amor, de seguimiento de Jesús.
Puedo afirmar una cosa. El que ha sido verdaderamente cambiado en todo este tiempo he sido yo. El tiempo pasado en este país, entre esta gente, me ha permitido redescubrir mi vocación, me ha permitido reencontrar a Cristo, me ha permitido darme de una manera más profunda. La rutina, en la que había caído después de 25 años de vida consagrada, ha desaparecido. Cada día es diferente, cada día nos ofrece una nueva experiencia, una nueva cara llena de ilusión que se acerca, un nuevo rostro que te acerca más todavía a Cristo.
Hasta aquí una primera y profunda reflexión. Hasta en esto he cambiado. Yo no solía dejar fluir mis pensamientos, lo que siento interiormente. Alguien podría preguntarse, con toda la razón, pero ¿a qué os dedicáis?
Como ya he comentado nos tenemos que remontar a finales de 2015. Después de grandes altibajos, grandes pruebas y grandes alegrías, podemos afirmar que tenemos un buen proyecto en marcha.
En Yaundé estamos una comunidad formada por dos religiosos, españoles los dos, y nueve aspirantes (8 cameruneses y 1 nigeriano). Hemos podido formar una Casa de Formación tan pronto debido a que las Misioneras de Nazaret (fundadas también por el P. Manyanet) hace unos 50 años que están en este país, y es gracias al trabajo que ellas habían hecho de seguimiento de chicos con inquietudes vocacionales que lo hemos podido hacer. También estamos trabajando en la pastoral de un colegio de secundaria (unos 3300 alumnos), haciendo acompañamiento a chicos y chicas, celebraciones, jornadas de reflexión, etc., y con el profesorado a los que les ofrecemos espacios de escucha y con los que hacemos dos retiros por año. Pero, ante todo, les ofrecemos nuestro afecto y les presentamos el mensaje de Jesús. Recientemente hemos empezado a trabajar en una escuela de primaria, ayudando también en la pastoral de la misma. Vamos haciendo presente el mensaje de Nazaret en esta querida tierra. Los domingos colaboramos en dos parroquias, conjuntamente a los aspirantes. Es mucho trabajo, pero hecho con amor.
La sociedad camerunesa es una sociedad en crecimiento constante. Muy joven, con una media de edad muy baja. En crecimiento y que, poco a poco, va haciendo avances y cambios fundamentales. Pero también es una sociedad con un gran sentido de pertenencia tribal, muy enraizado en sus tradiciones. Tienen un gran sentido religioso, sea cual sea la religión que practiquen (cristiana, musulmana, sectas, animista…). Y, aunque tiene que evolucionar en muchos sentidos, tiene muchas cosas que nos podrían enseñar: no tienen ningún miedo de la muerte ni de presentarla a los más pequeños; son muy acogedores, aunque les falte de todo; tienen un gran sentido del respeto a los mayores, etc.
En definitiva, no puedes quedar indiferente cuando les dejas entrar en tú corazón. Y, ante todo, cuando crees profundamente que es el designio de Dios el que te ha traído hasta aquí, y, por lo tanto, debes de hacer y dar lo mejor de ti mismo en todo momento, sabiendo que es Él el que está trabajando en ti y por ti.
Para terminar una llamada: “sé valiente, la misión te espera”, haciendo mío el lema del Domund de este año. No te cierres a nada. No creas que ya lo tienes todo. No creas que no puedes dar más de ti mismo. Llevar el mensaje de Cristo, y sobre todo vivirlo, es de valientes. No pienses, tampoco, que la misión es tan solo en los países llamados de misión, a lo mejor tu misión es la de vivir el mensaje de Jesús allá dónde te encuentres ahora. Y, verdaderamente, puede ser que sea más de valientes hacerlo en nuestro país, en la vieja Europa, que en estas tierras de Camerún.
Ánimos a todos. No dejéis nunca de rezar por nosotros, todos aquellos que estamos llevando la presencia de Dios en tierras lejanas, como nosotros no dejamos de rezar por vosotros».