Print this page
Lunes, 23 octubre 2017 16:31

El obispo de Terrassa: La misión es «transformar por la fuerza del Evangelio la circunstancia del hombre»

El obispo de Terrassa, monseñor Josep Àngel Saiz Meneses, escribe a sus fieles diocesanos con motivo de la jornada misionera que ayer domingo celebró la Iglesia, el DOMUND, recordándoles la importancia de la evangelización en los cinco continentes, tarea en la que colaboran también los misioneros de su diócesis.

«Nuestra joven diócesis colabora en la “missio ad gentes” de la Iglesia en cinco lugares del mundo: Mn. Manel Homar, sacerdote, en la diócesis de Cienfuegos, de Cuba; Mn. Xavier Serra en el Vicariato de Canaima de Venezuela; la familia de Santi Ferran y Ángeles Galicia, que pertenece a una comunidad del Camino Neocatecumenal, en Japón; la familia de Álex Holgado y Karen Margalef, con cuatro hijos, en el Vicariato de Puyo, en Ecuador y Mosén Atef Tawadrous que está desarrollando una misión en la diócesis de Guizé, en Egipto. Todos ellos anuncian el Evangelio con su palabra y con sus vidas. Ya sea con un trabajo de colaboración directa en la pastoral diocesana, ya sea con su testimonio de vida entre los vecinos y amigos, en los colegios y orfanatos, en el trabajo, como Iglesia presente en sociedades que no han recibido aún la buena nueva del Evangelio. Celebramos hoy la Jornada Mundial de las Misiones. El mensaje del Papa Francisco, lleva por título La misión en el corazón de la fe cristiana y nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes: ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión? El fundamento de la misión radica en el amor eterno de la Santísima Trinidad: en Dios Padre que envía y en la misión del Hijo y del Espíritu Santo. El Señor Jesús, después de completar con su muerte y resurrección el plan de Dios para nuestra salvación, fundó su Iglesia y envió a los apóstoles por todo el mundo, como Él había sido enviado por el Padre. La misión de la Iglesia continúa y desarrolla a lo largo de la historia la misión misma de Cristo, que quiere conducir a todos los hombres y las mujeres a la fe, a la libertad y a la paz. La misión tiene, pues, una dimensión universal porque va dirigida «a todas las gentes», y en su realización los apóstoles no están solos sino que reciben la fuerza y los medios necesarios para desarrollarla. El fundamento de esta misión es la presencia y el poder del Espíritu y la presencia de Cristo resucitado en medio de ellos todos los días hasta al fin del mundo. La misión de los discípulos colabora con Cristo y no se cimienta en las capacidades humanas sino en el poder del Señor resucitado presente en su Iglesia.

La evangelización es un proceso que abarca toda la realidad humana. Consiste en llevar la buena nueva a todos los ambientes, transformar la humanidad a través de la transformación del ser humano. Su finalidad es la conversión del ser humano y de la humanidad; transformar por la fuerza del Evangelio la circunstancia del hombre: criterios, valores, centros de interés, líneas de pensamiento, fuentes de inspiración, modelos de vida, en definitiva, la cultura del hombre. La evangelización y la implantación de la Iglesia en el mundo son simultáneas porque las dos tienden a hacer presentes la palabra y la persona de Cristo en el mundo. Como señaló el Beato Pablo VI, “evangelizar constituye, en efecto, el gozo y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda”.

Entre las actitudes vitales para la misión, el Papa Francisco nos habla en el mensaje de este año de una espiritualidad de éxodo continuo, saliendo de las zonas de confort, de las propias comodidades, para poder llegar a las periferias geográficas y existenciales que necesitan la luz del Evangelio.

La misión de la Iglesia conlleva una peregrinación continua a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia, de plenitud y amor. Y en esta misión, acaba diciendo el Santo Padre, los jóvenes son nuestra esperanza, de la mano de María, Madre de la evangelización».