El 19 de enero, alrededor de 270 niños, niñas y adolescentes se encontrarán con el papa Francisco en la casa hogar ‘El Principito’, que acoge a unos cuarenta de ellos. El encuentro es uno de los más esperados en la visita que el obispo de Roma hará a la ciudad amazónica de Puerto Maldonado, capital de la región Madre de Dios, en Perú.
El protagonismo será de ellos, de un grupo de niños, niñas y adolescentes que como nunca despertarán la atención de una gran parte del mundo. Aunque se les ha explicado quien es la persona que va a visitarlos, no acaban de hacerse una idea. Ven su imagen en un pequeño mural en el ‘hogar’ en el que viven y solo atinan a señalar y sonreír dulcemente.
El 19 de enero, a mediodía, Jorge Mario Bergoglio, el jesuita que en 2013 fue elegido como nueva cabeza de la Iglesia Católica en el mundo, ingresará por una pequeña puerta a uno de los patios de la casa hogar El Principito, donde se encontrará con alrededor de 270 menores procedentes de diversos albergues e internados de Puerto Maldonado, ciudad de unos 90 mil habitantes ubicada en la selva sur del Perú.
Con los menores compartirá una hora, entre cantos, danzas y actuaciones. El Principito acoge a unos 40 niños, niñas y adolescentes. El más pequeño tiene cuatro años y la más pequeña, tres. «Cada niño es una historia», dice Roxana Sánchez, que lleva trabajando 20 años con Xavier Arbex, religioso suizo que en 1996 fundó la Asociación para la Protección del Niño y el Adolescente (Apronia), la que pertenece “El Principito”.
Los menores de la casa hogar provienen de diversas situaciones de vulnerabilidad. En El Principito son como una gran familia, destaca Arbex. «Imagínate una familia común con dos hijos; pues aquí en vez de tener dos hijos, la familia tiene entre 30 y 40 niños».
«Como cualquier niño o niña, van al colegio, hacen sus tareas, juegan, reciben a sus amiguitos, reciben cursos afuera. Y en el caso de los adolescentes, estos se preparan para ingresar a estudios superiores», agrega el religioso que llegó a Perú en los años sesenta. Al poco tiempo vio la dura situación que afrontan los menores de las regiones donde prácticamente no existe el Estado, ausencia que permite la proliferación de la criminalidad, que en Madre de Dios se expresa en minería ilegal, trata de personas, explotación sexual infantil.
Xavier, cuenta que en San Gabán, Puno, «descubrió a los niños que trabajaban el oro» por la minería artesanal. En Mazuko (distrito de Inambari), donde vivió de 1985 a 1993, vio una realidad similar, más tarde le ocurriría lo mismo en Puerto Maldonado.
Al encuentro de este viernes con el Papa Francisco llegarán menores de los hogares Santa Marta y Belén; y de dos internados, el que tienen a su cargo los hermanos maristas, para estudiantes indígenas, y el internado Santa Cruz, para mujeres adolescentes indígenas. También asistirán estudiantes de la institución de educación especial Stella Maris.