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Miércoles, 06 agosto 2025 14:24

Palabras del cardenal Cobo en la vigilia del Jubileo de los Misioneros Digitales en Roma (25-07-2025)

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Palabras del cardenal Cobo en la vigilia del Jubileo de los Misioneros Digitales en Roma (25-07-2025)

Queridos hermanos y hermanas, comunicadores del Reino en tierra digital:

Esta noche nos reúne el mismo Jesús, aquí, en el corazón de la Iglesia, en Roma.

Jesús puso mucho empeño en ir a buscar a cada uno de sus discípulos: a Magdalena, a Pedro, a Juan, a aquellos que marchaban decepcionados y sin rumbo por los caminos de la vida.

Jesús se hizo un caminante más para enseñarnos cómo anunciar, y para decirnos que Él siempre nos busca y nos rescata.

Pedro, uno de los rescatados por Jesús cuando intentaba escapar por otro camino, dicen que volvió a este lugar. No era senador, ni filósofo, ni general. Solo traía una noticia: el Nazareno había vencido a la muerte y nos rescata en los caminos de la vida.

Y así, en el corazón del Imperio, donde se decidían guerras y se alzaban estatuas y obeliscos de poder, empezó a latir un mensaje nuevo: un Reino distinto, sin ejércitos, sin fronteras, sin monedas grabadas con el rostro de los emperadores.

Pedro no venía solo. Venía con la fuerza del Espíritu, con la memoria viva del Maestro, con una comunidad que le arropaba y con la certeza de que el amor es más fuerte que el miedo. Y con la experiencia de que la Iglesia nace del encuentro con Jesús en los caminos de la vida. Solo nos pide escuchar, dejar que encienda el corazón e invitarle a nuestro hogar.

Roma no fue elegida por casualidad: era el cruce de todos los caminos. Desde allí, la Buena Noticia se extendería hacia oriente y occidente, el norte y el sur. Y la Iglesia de Roma asumió el papel de custodiar la unidad, de mantener la llama del Evangelio viva en medio de las tormentas. 

Y esa misma Iglesia, aun con heridas y con errores, es la que nos reúne esta noche. Estamos llamados por Cristo para caminar y anunciar comunitariamente lo mismo que Pedro gritó hace siglos en las calles del Imperio: «Jesús está vivo. Y su Reino no tendrá fin».

Es verdad que el mundo ha cambiado mucho.

Vivimos en una realidad donde cada persona lleva en el bolsillo una ventana al mundo. Las palabras viajan más rápido que el pensamiento y las imágenes moldean emociones antes de que surjan preguntas.

Ahora mismo el mundo digital es una plaza inmensa llena de gente que no se ve. Una plaza donde todos hablan, pero pocos escuchan; donde muchos gritan y otros, simplemente, entran y se van. Es como una ciudad que nunca duerme.

A cada segundo se publican pensamientos, se editan imágenes, se juzgan vidas, se venden verdades a medias, se banaliza el dolor y se hace viral lo efímero.

En ese continente digital también hay belleza. Sí. Hay jóvenes que comparten su fe con creatividad. Hay comunidades que rezan juntas por streaming. Hay podcasts que consuelan más que algunos sermones. Hay una sed de sentido disfrazada de likes.

Hay búsquedas profundas detrás de preguntas superficiales. Pero también hay ruido. Mucho ruido: el ruido de la vanidad disfrazada de autenticidad. El ruido del odio viralizado en segundos. El ruido de los filtros que maquillan tanto que ya no dejan ver la verdad. El ruido de la prisa que impide el encuentro.

En medio de todo eso… estás tú. Y estamos cada uno de nosotros, caminantes a Emaús: el comunicador, el sembrador de sentido, el narrador del Reino en tierra digital. El que ha entendido que evangelizar no es solo repetir doctrinas, sino crear puentes, provocar preguntas, mostrar belleza, tocar el corazón.

El Papa Francisco nos lo recordaba con fuerza: «No se trata de conquistar espacios, sino de iniciar procesos (EG 223)».

Y tú puedes iniciarlos con una imagen, una historia, una respuesta con ternura, un silencio en el momento justo, una palabra que no busca likes sino luz. 

La red puede ser una trampa, sí. Pero también puede ser un lugar de gracia donde Dios se hace presente, no con likes, sino con rostros que esperan algo más. No con emociones, sino con encuentros. No con seguidores, sino con discípulos.

Sembrar esperanza en el desierto digital

Por eso, porque estáis y queréis caminar desde nuestra Iglesia, Cristo sigue caminando en los caminos digitales, dando una palabra viva, una presencia encarnada, también en la red.

Narrar esperanza, preguntar de qué se habla en el camino, es ya sembrarla. Eso es comunicar como cristianos: sembrar esperanza en el desierto digital, ser luz en la oscuridad, ser esperanza para los pobres y vulnerables, allí donde a veces solo se buscan escándalos, polémicas o aplausos. Pero tú, que creas con fe, puedes hacer que el Evangelio también sea contagioso.

Estamos llamados a caminar e invitar a Jesús a este mundo digital: «Quédate con nosotros», le decimos ahora. No importa si tienes tres seguidores o 300.000; lo que cuenta no es la cantidad, sino la hospitalidad, la coherencia, la humildad, la verdad.

Lo importante es saber que Jesús nos busca y nos elige para esta misión. Solo así podremos sentir que somos enviados a contar lo que Él hace en nosotros.

Si estamos aquí en los caminos digitales es porque hemos sido elegidos. Y solo podremos responder a la vocación recibida caminando desde la oración y el discernimiento comunitario.

Son las dos caras de la misma comunicación que esta noche ponemos ante el Señor que se hace Eucaristía: escucha del Señor y discernimiento. Y de su mano la acogida al peregrino: hospitalidad y caminar juntos.

«Son nuestras elecciones las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades», dijo Dumbledore en Harry Potter. Lo importante es desde dónde comunicamos, nuestras decisiones y vocaciones de fondo. Solo así seremos enviados a dejar el rastro del amor de Cristo vivo en su Iglesia.

Se trata de que nos conozcan por lo que sembramos, por el amor, la fe y la esperanza que transmitimos y en nombre de quién vamos. Porque si amas de verdad y eres enviado por tu Iglesia, tus palabras estarán llenas de Evangelio, incluso si no lo mencionas.

Volver a Jerusalén

Solo necesitamos entrar con Jesús a la posada, reconocerle y volver a Jerusalén, donde está los hermanos reunidos en la diversidad. Por eso os animo hoy a abrir ante Jesús tres puertas para invitarle y decirle: «Quédate con nosotros».

a.- Abrir la puerta de la hospitalidad. Invitar a Jesús acogiendo a todos, con sus inquietudes y dificultades. Especialmente a los más necesitados y pobres que Él siempre prefiere.

Como Jesús, se trata de invitar a los peregrinos y hablar con ellos no desde las ideas, sino desde el corazón. Así actúa Jesús.

Lo pobres, los débiles, los que están tirados en los caminos siguen también esperando de nosotros ser llevados a las posadas seguras por medio nuestro, como hizo el buen samaritano.

¡No olvidéis ser la voz de los pobres en un mundo donde solo tiene voz los poderosos!

¡No olvidéis ser voz de las víctimas de la violencia y así ser instrumentos de la paz del Señor! Porque es fácil caer en la vanidad digital: medir el valor por los «me gusta», vivir pendiente de los números. Pero la medida de Dios es otra: en sus ojos vale más un corazón tocado por las bienaventuranzas que mil visualizaciones vacías.

b.- Abrir la puerta de la paz, del diálogo y la comunicación de las experiencias. Estamos vocacionados para ser luces del Evangelio y a su servicio: ser presencia viva, no espectáculo. Queremos privilegiar acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad y que involucren a otras personas y grupos (cf. EG 223). Evangelizar no es producir contenido perfecto, sino dejarse encontrar por el que necesita una palabra viva.

Hoy necesitamos que esa palabra viva suscite voceros de paz y reconciliación en nuestro mundo: aquí, en Gaza, en Ucrania y en tantos rincones del mundo donde la dignidad humana es desplazada por otros intereses. Vosotros, desde la experiencia de ir a Jerusalén como los de Emaús, participáis de esa misión.

c.- Abrir la puerta de la Iglesia en cuanto hacemos. No estamos solos. Evangelizar en el mundo digital no es un esfuerzo individual. Somos cuerpo. Nos necesitamos. Necesitamos orar juntos, corregirnos, compartir recursos, ayudarnos en la tentación del ego. Trabajar en red eclesial.

No se trata de ganar debates, sino de abrir ventanas al Evangelio discernido en comunidad eclesial.

Llamados a dar luz

Queridos evangelizadores: Dios ha tocado vuestro corazón para que el amor, vivido eclesialmente, sea tu lenguaje.

Que esta oración te lleve a caminar y abrir puertas.

Tú, que grabas vídeos en tu cuarto. Tú, que editas oraciones para jóvenes. Tú, que rezas por quienes evangelizan en la red. Tú, que quieres hacer visible lo que se silencia y duele. Tú, que profundizas en las controversias y no avivas la confrontación.

Tú también eres llamado a este Nosotros amplio y comunitario. Llamado a dar luz y a reconocer a quien parte el pan delante nuestro. Y aunque no veas a quién iluminas, tu luz importa. No dejes de encenderla.

Porque en este océano de píxeles, Dios sigue buscando corazones que ardan para reflejar su calor en la lámpara de la Iglesia.

En este mar, Dios sigue pidiendo no barquitas solitarias, sino navegantes audaces y humildes que desde sus habilidades ayuden a la barca de la Iglesia a transitar nuestro mundo con la luz de Cristo. «Tan significativo como el testimonio personal es el testimonio comunitario. Una comunidad de testigos, acogedora y abierta, capaz de acompañar hacia Cristo a los que se acercan, tiene mucha más fuerza e impacto para evangelizar en Internet que los proyectos personales aislados».(1)

Y, sí, con nosotros, el Espíritu Santo también navega por la red.


(1) Decálogo La Iglesia escucha. Sínodo digital.

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