Es maravilloso el comprobar que las cosas que dice la Palabra de Dios es tan verdadera que se sigue cumpliendo. Nos decían que los apóstoles vieron otra cosa: «Abrid bien los ojos y veréis lo que os digo. Me gustaría que mirarais a derecha e izquierda, que os dierais cuenta de lo que hay a vuestro alrededor ahora mismo. Nos damos cuenta de lo que hay porque hoy estamos acostumbrados a estar en nuestras comunidades, parroquias, a ver quizás siempre las mismas caras, pero hoy salimos para encontrarnos con otros.
Esto es mejor que ver una película de estreno o un espectáculo, porque lo que hoy se trata es de mirarnos unos a otros de otra manera. Nos reunimos para orar, abrir el corazón y dejarnos abrazar por María. Pero siempre mirándonos unos a otros y comprobando que tenemos cara y nombre, cada uno de los que hemos venido aquí. No venimos para mirar al cielo y ya está y ahí intentar encontrar a María.
Si venimos es para ser capaces de mirarnos entre nosotros. Esta es la asamblea que esta tarde nos hemos reunido, el grupo de los que, en medio de Madrid, caminamos como creyentes y como os digo no es un ente anónimo. Tenemos los nombres y apellidos y la historia de cada uno de los que estáis aquí. Somos como aquellos apóstoles que tenían nombre también a los que Jesús llamó y que «volvieron juntos a Jerusalén», hemos escuchado.
Así quería que estuvieran Jesús: juntos y caminando a Jerusalén. Hoy exactamente no vamos a Jerusalén, sino que vamos a nuestro Madrid: con sus historias y sus peculiaridades.
Cuando los cristianos - los primeros cristianos de Madrid - tuvieron que caminar juntos lo primero que notaron es que necesitaban a María y cuando notaron que caminaba con ellos, la pusieron un nombre y la llamaron con un nombre árabe. Almudena es un nombre femenino que proviene del árabe que significa “ciudad pequeña, fortaleza, castillo inexpugnable”. Esas condiciones, con la lengua que tenían en su paso, los cristianos de Madrid se la aplican a María. Con el nombre nos dan una idea de cómo nace la devoción de María en Madrid.
También la palabra Almudena significa la religiosa, la que sigue firme en la fe y ese es el nombre con el que hoy, después de muchos siglos, seguimos invocando a María y recogemos hoy también esas cualidades.
Pero ahora queridos amigos es nuestro turno: no simplemente de refugiarnos en el pasado ni ver una bonita historia sino es el turno de caminar juntos y de pedirle a la Virgen que nos explique cómo vivir esta fortaleza y cómo puede ser ella nuestro refugio y cómo ella es la que nos puede defender.
Lo primero que nos dice esta tarde es que en un mundo donde nos cuesta ver a Dios, María nos dice que Dios está y es cercano, pequeño y concreto. Para ella Dios no era una idea o un sentimiento, ella cambia su vida realmente y ofrece lo que Dios le da: un niño, un joven de Nazareth. Ella por lo tanto esta noche nos puede ayudar a reconocer a Jesús y ver que Él es real y se hace carne.
Ella esta noche llama a la puerta de cada uno de nosotros y nos deja escuchar a Dios que dice lo mismo que a ella: «¿Me dejas actuar en ti?» Dios siempre pide permiso y esta noche, que Dios te ha traído aquí, quiere hacerte una pregunta: «Me dejas realmente que yo actúe en ti o no me dejas? ¿Dejas que la esperanza y la alegría que necesita nuestro mundo entre a través tuyo?». ¿Me dejas que Dios, que está aquí, se muestre a través tuyo?
Sí, Dios esta noche nos pide permiso para entrar en Madrid, en tu casa, en tus problemas, como María que se deja llenar por Él y dice que sí y así Jesús entra en Madrid. Pero no te olvides, eres una pieza fundamental como lo fue María. ¿Te atreves a decirle que sí? ¿Te atreverías a pensar por un momento por dónde ha pasado Dios, pequeño, cercano y concreto últimamente en tu vida? Porque María lo tenía allí delante y lo aprendió a reconocer.
No olvidéis, en vuestras reuniones, grupos y oraciones, aprender a descubrir por dónde pasa Dios porque todo lo demás será ir a sitios que Dios no está interesado en llevarnos. Aprended a reconocer a Dios y en primer lugar con vuestro sí. María esta noche nos enseña a dar ese paso.
Cuenta la tradición además que María, cuando fue escondida en una vieja muralla, estuvo encerrada en un muro muchos años fue la protección que los fieles católicos de Madrid, cuando peligraba la integridad de la imagen, la que plantearon. Dicen que cuando las generaciones posteriores ya buscaron a María no la encontraron y no sabían dónde la habían dejado. Y nos dicen que cuando el grupo de cristianos la buscaban y hacían oraciones para ellos, en un día de inundaciones y tormenta, se cayó parte de la muralla y allí abajo, en ese desastre, apareció la imagen de la Almudena, iluminada para dar luz a los madrileños desde entonces hasta ahora.
Sí, necesitamos ahora más que nunca, como aquellos, gente que busque a María, peregrinos de esperanza, y necesitamos convertir nuestras comunidades, parroquias, grupos, ámbitos de reflexión y de vida cristiana, en lugares que no tengan murallas porque a María no le gustan y no se le reconoce cuando la muralla está subida.
María nos llama a construir grupos y comunidades que tiren murallas, que nuestros grupos se abran a todos los que están cerca y lejos. Que nunca nos cerremos. Así no se ve a María ni la tendremos cerca. Ella vendrá si la buscamos juntos, no en grupos, juntos, como estamos ahora. Porque ella es creadora de Iglesia y comunidad. Ella encontró una comunidad fraccionada, como la de los discípulos perdidos y desilusionados, y como Madre fue aglutinándolos y animándolos.
Ella se hace visible en cuanto hemos roto muros y hemos venido aquí. Ella se hace visible a todos nosotros y como Madre se hace hogar como esta Iglesia y catedral. Se hace hogar para que la reconozcamos: María quiere que vengamos a su casa y María quiere que a vuestros amigos la traigáis a casa. Está esperando vuestro sí para traer a vuestra gente a casa. Sí, a su hogar, que es este y es la Iglesia. Traedlos a casa. Traed a casa a la gente que puede estar perdida, a vuestros amigos que pueden estar desilusionados.
Y cuando estéis vosotros pasando una mala racha, dejad que otros os traigan a casa, como posiblemente haya pasado esta noche. Porque María quiere que sus hijos estén en casa. Madrid necesita jóvenes creyentes que digan que sí y no simplemente se queden mirándose el ombligo, sino que traigan otros a casa.
Las parroquias, los arciprestazgos, la Iglesia, necesita que nos ayudéis vosotros a hacernos fuertes, no en nuestros muros, sino en tirar murallas, en crear espacios nuevos. Ayudadnos por favor. Por vuestro sí, ayudar a la Iglesia de Madrid a caminar juntos. A no edificar muros, ni siquiera entre nosotros. Ayudadnos a visibilizar este encuentro que tenéis esta tarde.
Con María aprendemos también algo especial: ella necesita que, a este Madrid, que todavía la busca, que derribemos enfados, polarizaciones, enfados, descalificaciones y nuestras pequeñas o grandes batallas. Ella, que tiene un nombre árabe, nos ayuda a valorar la diversidad y nos recuerda que cada hijo suyo es distinto y que nuestro mundo, nuestros barrios, vuestros amigos están llenos de semillas de Dios.
La diversidad no es mala, es necesaria, y María lo sabe bien. Rompamos los muros de las ideologías, de las diferencias que nos separan, las polarizaciones y vivamos, como lo habéis hechos en tantos momentos de la vida diocesana, con una única misión. Y si lo vivimos así, María hoy nos coloca en un momento especial y nos dice “ahora sí, id con mi Hijo”. Si vamos juntos, iremos detrás de Jesús, pero donde Él nos lleve, no donde queramos ir nosotros.
En estos días estamos viviendo el doloroso recuerdo de todos los que han sufrido esta catástrofe natural y nos recuerda que no lo controlamos todo y que no dominamos la naturaleza. Una catástrofe que ha dejado muertos, familias y mucho dolor. Ver la fuerza devastadora del agua nos tiene que llamar la atención e interrogarnos sobre muchas cosas, pero también nos hace ver, en medio del desastre, el valor de la generosidad, de la entrega, de la oración y nos dice que solo se sale de estas cosas juntos y de forma solidaria.
Muchas veces sois vosotros los jóvenes los que lleváis la batuta de la solidaridad y que tendréis que enseñar muchas cosas a nuestra sociedad. No lo controlamos todo, pero sí podemos solucionar las catástrofes a golpe de solidaridad y amor.
Cuando vemos a personas anegadas por el agua o el barro nos recuerda aquello que se vivió el hombre con el diluvio, que no fue una condena de Dios, sino una oportunidad para estrechar las raíces y el destino comunes de la humanidad. Cuantos jóvenes manchados de barro y cuanta gente buena como María acuden ahora a ayudar y a consolar a los que lo han perdido todo.
Igual tú seguro que estos días has rezado y has hecho ayuda. María, Virgen de la Almudena, danos un corazón nuevo que aprenda a dar lo que nuestro mundo necesita, que no nos encerremos en nosotros mismos ni en nuestros muros. Que seamos capaces de tirar murallas y de mostrar lo mejor que tenemos, el estar juntos. La Palabra de Dios se cumple: esa que hemos escuchado no es un estreno ni es un texto antiguo, se cumple aquí esta tarde porque estáis aquí vosotros. Hoy Dios se hace cercano, concreto y pequeño por el sí de cada uno de vosotros.
Gracias a la Virgen de la Almudena y a cada uno de vosotros. Gracias porque de verdad hacéis posible que Dios siga entre nosotros. María os sigue necesitando , seguid adelante y dejaos ayudar por el Espíritu que es lo que esta noche, como ella, nos ayuda a decir que sí.