Homilías

Lunes, 17 marzo 2025 15:44

Homilía del cardenal José Cobo en la Misa del Miércoles de Ceniza (05-03-25)

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Comenzamos con Ceniza

Esta ceniza tradicionalmente es el fruto de la noche de Pascua del año pasado. Allí se quemaron los ramos de admiración del Domingo de Ramos, aquellos ramos de nuestra vida que pasaron por la traición, por el abandono y que se entregaron al fuego; aquellos ramos que quemamos en aquella hoguera. Hoy aparece de nuevo aquella ceniza.

La ceniza es parte del bautismo.

Allí donde nos marcaron con el óleo y con el agua en la cabeza, allí donde se nos signó, hoy venimos a poner ahí ceniza.

Venimos un año más, como una nueva oportunidad y caminar con Jesús, caminar por nuestras debilidades, nuestros barros y nuestras cenizas, pero caminar para resucitar con Él. Este es el horizonte de la Cuaresma.

La ceniza lleva a la Cuaresma, sin olvidar que la Cuaresma siempre lleva a la Pascua. Por eso venimos hoy aquí, después de un día con nuestras cargas, nuestros dolores, nuestras heridas y nuestras alegrías, para hacernos la pregunta fundamental:

¿Qué esperas de la Pascua este año? ¿Qué nos espera en la Pascua? ¿Cómo queremos celebrar la Pascua este año?

Después de este tiempo de entrenamiento que es la Cuaresma, ¿qué vamos a celebrar? No digamos “lo de siempre”, porque eso no es la Pascua

¿De qué necesita el Señor rescatarnos a todos nosotros juntos? ¿De qué te tiene que rescatar el Señor? ¿De qué nos tiene que rescatar como Iglesia, como Pueblo de Dios, con todos nuestros esfuerzos de caminar juntos?

¿Seremos capaces de caminar juntos 40 días para juntos llegar a la Pascua, o preferimos caminar cada uno nuestra Cuaresma?

Estamos acostumbrados a ir cada uno a nuestro ritmo, llegar cada uno a nuestro camino y elegir cada uno nuestras rutas. Pero sólo hay una que nos propone Jesús para todos juntos; es la que tendremos que buscar.

Comenzamos con ceniza que nos hace caer en la cuenta del tiempo que tenemos y vivimos. Tenemos que abajarnos; sólo podremos crecer este año si nos abajamos antes. Sólo podremos crecer si, como los niños, dejamos que alguien nos dé la mano y no llevemos nosotros la batuta.

Camino de Esperanza

“Peregrinos de esperanza” es el lema de este año jubilar; por ello os propongo iniciar juntos un camino de conversión hacia la verdadera esperanza que es Cristo y cuanto Él nos ofrece.

La novedad que aporta la esperanza es que siempre es ilusión, no es triste. Por eso volver a iniciar un camino cuaresmal tiene que ser ilusionante. Cuando la Cuaresma no llega al corazón, cuando no nos dejamos tocar por Dios e ilusionarnos por la Pascua y por el cambio que Él nos ofrece, la Cuaresma no es Cuaresma. La Cuaresma es renovación en cuanto toca y moviliza el corazón.

Esta tarde nos echamos la ceniza encima por tanta violencia personal; por no escuchar el evangelio y escucharnos solo a nosotros; por colaborar con los procesos violentos de nuestro mundo; por tanta omisión y descarte a los más pobres y a los que nos piden ayuda.

Nos ponemos ceniza en el corazón porque reconocemos que estamos manchados allí donde fuimos ungidos en el bautismo. Con el tiempo nuestra unción ha ido borrando la marca del don de Dios con cenizas, con restos de demasiados olvidos y de pecados.

Se nos ha quedado allí y nos parece que es lo normal, que todo el mundo lo hace, que se puede caminar siempre con la ceniza en la cabeza.

Pero Jesús hoy nos dice que tenemos remedio, que no hemos nacido para la ceniza sino para la luz. Por eso, en su nombre la Iglesia nos dice: “Conviértete y cree en el Evangelio”.

Hoy nos llevamos al humus, a lo humilde de la ceniza, para saber que tenemos remedio, que será esa luz de la Pascua.

Jesús va por delante y nos convoca a la Pascua

Jesús va delante de nosotros y nos invita a caminar un camino. Eso implica preguntarnos a dónde quiere que vayamos con mi comunidad, con mi Iglesia, en esta Cuaresma. Esta pregunta debemos responderla en estos 40 días juntos.

Conversión es dejarnos mirar con una mirada que enamora. la que Cristo tiene permanentemente por cada uno de nosotros. Algo distinto se tiene que despertar en nosotros. Que nada en nuestra vida resulte insoportable o perdido por mucho que nos suene a ceniza o a barro.  

Envueltos en este año del Jubileo de la Esperanza, Cristo nos anima a no quedar presos de las evidencias, de todo lo que está mal, de todo lo que nos queda por hacer. Sino que nos invita a una conversión a la Esperanza que se verá concretada en una forma de vivir y de expresarnos esperanzadora.

Hoy se nos llama a convertirnos a la esperanza, a entrar en una esperanza nueva y a tener 40 días para dejar que el Señor nos toque el corazón y nos diga que tenemos remedio.

Por todos lados emergen profetas de la desgracia, gente que juega con el miedo y nos dice que somos desgracia en sí misma. Eso no es de Dios, eso no viene de Dios.

Para ser fieles a la esperanza sólo necesitamos caminar con los otros. Aprender a dar la mano, a ir con otros, no vayáis solos esta Cuaresma. No pasemos sin hacer una lectio divina, una reunión con algún grupo, una oración con otros.

No dejemos de sentir el valor de la humildad, darnos cuenta de nuestra pequeñez. Sólo así creceremos.

Dejemos que la honradez llegue a nuestro corazón, no tenemos que ponernos máscaras ni maquillajes. Honradamente caminemos con lo que somos, eso es lo que Dios valora.

Ayuno, Oración y Limosna

Esta Cuaresma la Iglesia nos propone convertir la mente y crecer en lucidez, convertir el corazón para crecer en el amor, y convertir nuestro cuerpo para transformarlo en vitalidad.

El ayuno nos recuerda que tenemos cuerpo. Nos recuerda esa sensación de tener hambre y sed, de sabernos incompletos, limitados, que las cosas no nos salen bien, que nos deprimimos y lloramos.

Cada uno tiene que descubrir con creatividad qué puede hacer con su ayuno y lo valioso que es sentirnos así. Quizás el ayuno no sea cosas grandes. Puede ser ir a recoger a los niños al colegio, sacar un tiempo de calidad con tu esposo o esposa. O ayunar de móvil a partir de las 18h. O visitar con frecuencia a algún mayor. O llamar por teléfono a aquél que te está esperando hace años. O ayunar de criticar a los que no te caen bien.

Seamos creativos y vivamos el valor del ayuno, del privarnos de algo que a veces es normal en nuestra vida.

La oración incide en el corazón. Es escuchar permanentemente que tenemos un Dios que es Padre, que nos ama con amor eterno.

Dediquemos un tiempo de calidad a orar, en casa, visitando alguna capilla, con la música, en comunidad, en familia. No pasemos ninguna semana sin haber entrado en la oración.

La limosna nos activa la mente, y nos ayuda a fijarnos en quién necesita algo de nosotros y algo que Dios nos ha dado. Somos relación, y no seremos Pascua si no vivimos con los demás. Nuestra alegría crece cuando nos damos y regalamos.

Que la ceniza nos recuerde el fuego que Jesús viene a prender en nuestros corazones. El fuego del Espíritu es capaz de activar una Iglesia cargada de esperanza que nos confía la misión de ser peregrinos de esa misma esperanza en nuestro mundo, para iluminar con ella todas las realidades humanas.

Queridos hermanos, buen camino. Buen camino juntos hasta esta ilusionante conversión a la esperanza.

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