La alegría de seguir a Jesús, así titula monseñor Francisco Cerro Chaves, obispo de Coria-Cáceres, la carta que escribe a los niños de su diócesis con motivo de la Navidad, en la que les anima a la solidaridad con Infancia Misionera:
«El mundo es inmenso, lleno de bellezas impresionantes, pero también de sombras que nos llenan de inquietud.
La grandiosidad universo nos cautiva: el cielo, los mares, valles y montañas, ¡qué maravilla!
Pero, cuando contemplamos detenidamente la vida de los hombres, observamos con dolor la situación de millones de personas que carecen de los derechos más elementales: vivienda, alimentos, paz...
Estamos asustados ante las imágenes que contemplamos en los medios de comunicación: millones de personas expulsadas de sus hogares, amotinados en las fronteras o llegando en pateras a nuestras costas..., millares de niños que mueren de hambre.
Jesús nació en Belén para iluminar al mundo con los colores de la paz, la alegría y la fraternidad. Recorrió los caminos curando, dando de comer y, sobre todo, enseñando a todos el modo de ser felices.
Para realizar esa preciosa misión salió al encuentro de unos pescadores, les miró a los ojos y les dijo: ‘Ven y Sígueme’. La mirada de Jesús les impresionó de tal manera, que dejaron todo lo que tenían y se fueron con él.
Antes de subir al Cielo, Jesús los envió en todas direcciones del mundo.
Ellos descubrieron la alegría de seguir a Jesús haciendo felices a los demás. Y fueron proclamando la Buena Noticia del evangelio hasta el último rincón del mundo conocido.
En nuestro tiempo, muchos hemos escuchado, en lo hondo del corazón, la invitación de Jesús: ‘¡Ven y Sígueme!’, y le hemos seguido como sacerdotes, religiosos o laicos en este compromiso de amor a Dios y al prójimo.
Algunos, como los misioneros, se han embarcado en la maravillosa aventura de salir de su patria para ir a los lugares donde la gente sufre. Allí están iluminando los lugares oscuros de la tierra, con la luz de cultura y de la fraternidad: guarderías, escuelas, universidades, dispensarios, hospitales, templos... construyendo, con las Obras de Misericordia, la Familia de los hijos de Dios.
Muchas de esas acciones se realizan con vuestra aportación a la Obra de la Infancia Misionera, a través de la Hucha del Compartir, ¡enhorabuena!
¡Qué bonito es sentirse misionero!
Se me llena el corazón de alegría, cuando en algunos encuentros os escucho cantar: ‘Somos misioneros, testigos de Jesús, caminantes llenos de alegría, que brota con fuerza del corazón: a los que sufren amamos, a los heridos curamos, con los que ríen cantamos y a todo el mundo abrazamos’.
Ese es el mensaje de la Navidad: abrazar a todos llevando con alegría el mensaje de Jesús.
Un año más os invito a responder a esta pregunta: ¿Cómo puedes imitar tú a Jesús, llevando alegría a los que no la tienen?
¡Feliz Navidad! Os abraza y bendice. Vuestro amigo».