España

Jueves, 13 julio 2017 10:27

Jesús Ruiz Molina, 35 años con África y para África

El nuevo obispo auxiliar de Baangassou, Jesús Ruiz Molina, compartió en octubre, con ocasión del Día del Domund, su experiencia misionera en el programa de «El Espejo» de Burgos. Estas son algunas de sus declaraciones.

Nacido en La Cueva de Roa, aunque criado en Miranda de Ebro, Jesús Ruiz Molina es aficionado a leer, pasear, a la pintura, a la fotografía y, no podía ser de otro modo, a viajar. Estudió Teología y Filosofía en Burgos, trabajó 15 años en Chad y, tras dedicar un tiempo a formar misioneros laicos en Granada, desembocó en la República Centroafricana, en una zona selvática fronteriza con los dos Congos.

Desde muy pronto, este padre comboniano tuvo muy claro qué es ser misionero: «Es aquel que ha encontrado una alegría y quiere compartirla con los demás; y para compartirla, tiene que salir, tiene que ir a la frontera, estar con un pie dentro y otro fuera». Ese sería, en su opinión, el misionero, y para ello tiene que dejar su país, abandonar su cultura, sus certezas, «ponerse un poco a tiro para que los otros, los de fuera, puedan entrar».

«El misionero es alguien que se hace vulnerable. No va con certezas, y lo primero, tiene que aprender, aprender a comer, a hablar su lengua, a saludarse, aprender a estar con la gente. Se pasan muchos años aprendiendo y nunca se acaba«, aseguraba. «Primero, aprender, y luego, exponer la alegría que nos da el Evangelio. Ese es el motivo de nuestra misión, compartir aquello que nos ha dado vida a nosotros». «Yo siempre he insistido mucho: no hemos ido a bautizar. Yo no he ido a bautizar ni a hacer adeptos. Hemos ido a compartir la vida de Jesucristo».

Anunciar el Evangelio en medio del terror

El panorama al que se enfrenta el nuevo obispo auxiliar no es nada halagüeño. La República Centroafricana (un país un poco más grande que España, aunque con solo cinco millones de habitantes) es el primer o segundo por la cola en índice de riqueza y dese marzo de 2013, en que se produjo un golpe de estado apoyado por mercenarios islámicos financiados por Arabia Saudí y Quatar, es hoy un país completamente devastado, sin ejército, sin escuelas, sin funcionariado, donde las matanzas masivas son habituales y las iglesias han tenido que acoger hasta a 4.000 refugiados («no son cristianos católicos, pero es gente que está sufriendo»), explicó.

A pesar de la visión que han proyectado los medios de comunicación, «no es una guerra de religión. Es una guerra de pobreza», aclaró. «La violencia que se ha desatado en Centroáfrica es a causa de una miseria extrema. Frente a las hordas musulmanas, los que se llaman cristianos, que no lo son, con el rosario al cuello y con el machete en la mano… Ha habido unas matanzas terribles. Pero ahí estamos, en esa situación, diciendo: es posible vivir juntos. Hemos trabajado por la cohabitación juntos, musulmanes y cristianos, y ahí estamos, en esa labor de levantar al hombre de la pobreza  y de poder vivir juntos».

Obviamente, ha sentido miedo muchas veces y ha pasado muchas noches sin dormir (todas las misiones fueron arrasadas y todo el mundo huyó, «hemos sido los únicos que nos hemos quedado en la misión», confesó), pero la fuerza del Evangelio le sigue dando fuerzas cada día. «Yo creo que el Señor da la fuerza cuando vas en nombre de Él y sin ningún arma».

El nuevo obispo auxiliar tiene una visión mucho más amplia de la Misión. «Yo salí geográficamente, mero la misión no es un salir geográfico, es un salir de mi posición. Yo creo que aquí en Burgos se puede salir, salir a los que están al límite, a los que están fuera. Yo veo en la televisión muchas realidades muy duras y si la Iglesia no estamos en esas realidades no somos misioneros».

«Yo siempre digo a mis cristianos (y lo comprenden muy bien): ¿cuántos meses se queda el niño dentro del vientre de la madre? Nueve meses. ¿Y si se queda más, qué pasa? Padre, se muere, el niño se muere. Pues es lo mismo con la fe. Una fe que se queda dentro de nosotros se muere. Si la fe no la damos, se muere».

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