Tras el encuentro ecuménico e interreligioso que ha tenido el Papa en la nunciatura, el Papa se ha dirigido al campus de la Universidad de Nairobi, donde esta mañana ha celebrado la Misa para la Evangelización de los Pueblos, una liturgia que ha tenido por tanto un explícito carácter misionero.
En la homilía, el Papa Francisco ha señalado que la profecía de que el Señor hará brotar agua en el desierto se cumple en Pentecostés y, también, “en cualquier lugar donde “se predica el Evangelio y nuevos pueblos se convierten en miembros de la familia de Dios. Hoy nos alegramos porque se ha realizado en esta tierra. Mediante la predicación del Evangelio, todos nos hemos llegado a participar de la gran familia cristiana”.
Ha hablado de la importancia de la familia, y de la bendición de la que ha gozado Kenia de una sólida vida familiar, el respeto a la sabiduría de los ancianos y el amor a los niños, porque “la salud de cualquier sociedad depende siempre de la salud de las familias”.
Citando la gracia que a los cristianos nos llega a través de los sacramento, el Papa exclamaba: “¡Tenemos necesidad de estos dones de gracia! ¡El mundo tiene necesidad de estos dones! ¡Kenia tiene necesidad de estos dones!... cambian nuestro corazón. Nos hacen discípulos más fieles del Maestro divino, vasos de misericordia y de amable delicadeza en un mundo herido por el egoísmo, por el pecado y por la división”. Y, desde la Universidad, lanzaba a un llamamiento a los jóvenes para que se dejaran guiar por los grandes valores de la tradición africana, siempre teniendo en Jesús la roca sobre la que edificar, el Único Salvador de la humanidad. Él, Jesús, ha sido quien ha dado a sus apóstoles el gran mandado misionero de ir y hacer discípulos a todos los pueblos, decía el Papa.
“Esta es la tarea que el Señor confía a cada uno de nosotros. Nos pide ser discípulos misioneros, hombres y mujeres que irradien la verdad, la belleza y la potencia del Evangelio que transforma la vida. Hombres y mujeres que sean canales de la gracia de Dios, que permitan a su misericordia, benevolencia y verdad convertirse en los elementos para construir una casa que permanezca firme. Una casa que se un hogar, en el que hermanos y hermanas vivan finalmente en armonía y respeto recíproco, en obediencia a la voluntad del verdadero Dios, que nos ha mostrado, en Jesús, el camino hacia aquella libertad y aquella paz a la que todos los corazones aspiran”.
Y concluía: “Jesús, el Buen Pastor, la roca sobre la que construimos nuestras vidas, os guíe a vosotros y a vuestras familias en el camino del bien y de la misericordia todos los días de vuestra vida. Él bendiga a todos los habitantes de Kenia con su paz. ¡Sed fuertes en la fe! ¡No tengáis miedo!, porque vosotros pertenecéis al Señor”.